Los delitos financieros se pueden narrar como un thriller. Primero el título. El coste anual de esta habitación donde nunca se filtra un rayo de sol es de 3,5 billones de dólares (3,2 billones de euros). Más que el PIB del Reino Unido. Este es el cálculo de la consultora EY. Después, un fragmento de celuloide, de un engaño que lo filman, incluso, chicos de 20 o 30 años.
Octubre de 2023. Es la quinta jornada del juicio por fraude con divisas virtuales a Sam Bankman-Fried, fundador de FTX, quien organizó, junto con un fondo de alto riesgo, un sistema para escamotear a sus clientes 14.000 millones de dólares.
—”¿Cuando trabajó en Alameda cometió algún crimen?, preguntó el fiscal a Caroline Ellison.
—”Sí, lo hice”, respondió. “[Bankman-Fried] me obligó a cometer esos crímenes”.
Ellison, 28 años, es la antigua amante y compañera de Bankman-Fried, cuando salían juntos, él tenía 31 años, y ella ocupaba el cargo de consejera delegada del hedge fund Alameda Research. Vivían en una mansión en las Bahamas hasta el derrumbe de la mentira. Hoy Bankman-Fried tira los dados sobre el tapete, 110 años de cárcel. Allí nadie gasta diamantes en las suelas de los zapatos.
Juventud, criptomonedas y codicia son tres planos-secuencia de los crímenes económicos. Pero llega el momento de contar el guion al igual que palabras que se descuelgan de un libro. Pese a una cierta mejoría, los paraísos fiscales continúan operando, los ciberataques cuestan al mundo (acorde con, en español, el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales) unos 945.000 millones de dólares al año, las instituciones financieras destinan 214.000 millones (196.000 millones de euros) a protegerse y el banco de inversión Goldman Sachs avisa de lo “tremendamente destructivo” que podría ser un ataque digital al sistema eléctrico de la zona noreste de Estados Unidos. Unos 15 estados quedarían a oscuras y el precio de este Armagedón lumínico oscilaría entre 250.000 millones y un billón de dólares en daños.
Pese al relato oficial, la súper tecnología (inteligencia artificial o robótica) es de una enorme fragilidad. Sobre todo, la humana. La corrupción le cuesta a Latinoamérica la increíble cantidad de 200.000 millones de dólares anuales —un trabajo que abarcó todo el mundo de Transparencia Internacional de 2017, entrevistó a 164.000 personas, y un 25% aseguró haber pagado sobornos el año anterior— y resulta responsable de la mitad de la desaceleración económica. Eludiendo la ética, los delitos ambientales, como la tala o la minería ilegal —el tercer tipo de actividad criminal más grande del planeta—, generan 281.000 millones de dólares (256.000 millones de euros) en ganancias. Existe una idea extendida por un dios negligente de que estos crímenes son “de bajo riesgo y alto retorno”. Un puerto franco. No hay nada más preciso que el recuerdo. Los flujos financieros ilícitos que han abandonado el África subsahariana desde 1980 superan 1,3 billones de dólares (1,2 billones de euros). Escasez que engendra mayor pobreza, más inmigración ilegal, degradación del medio ambiente, menos recursos exteriores, rebaja de la confianza en las instituciones financieras y aumento de la desigualdad. El gran beneficiado, junto a Rusia, es China: el mayor prestamista (el Gobierno asiático nunca revela las cifras de la deuda firmada con las naciones africanas), pero, sin duda, controla la región. La geopolítica de hacer más míseros a los pobres porta el riesgo de contagiar la ira a los países africanos.
Hasta aquí la imagen fija. Un planeta donde el crimen crece, los “chicos malos” van por delante en las tecnologías de vanguardia, las instituciones financieras son el principal objetivo y la geopolítica se ha convertido en una labor extractiva de dinero, miseria y futuro.
En metraje en blanco y negro (combina lo fraudulento y lo desleal), se filman los paraísos fiscales. Europa —de acuerdo con Mark Bou, responsable de comunicación de Tax Justice Network— pierde 181.000 millones de dólares (166.000 millones de euros) en impuestos debido a que los millonarios y las grandes empresas los utilizan para pagar menos de lo que le correspondería. Equivale casi al 12% del gasto en salud pública de las naciones europeas. “Ha surgido en el mundo una industria multimillonaria que emplea a algunas de las personas mejor educadas como abogados, consultores, contables, con el único propósito de evadir impuestos para los ricos y, también, quienes carecen de escrúpulos. Y, sí, además, ciertos empresarios de éxito eluden el pago”, reflexiona Daron Acemoğlu, profesor de economía del MIT y candidato recurrente al Nobel. “Los paraísos son particularmente útiles para las personas que tienen riquezas mal engendradas debido a sobornos, robos y manipulación; es un gran problema”. El alma oscura del manoseado talento. Y advierte: “Las administraciones tienen más claro que nunca —con la invasión rusa de Ucrania y el aumento del terrorismo— que estos delitos financieros también están costando vidas”.
Pero como una nota fuera de escala, pocos parecen escucharla. El Reino Unido, los Países Bajos, Luxemburgo, Irlanda y Suiza permiten algunos de los mayores abusos fiscales del planeta. Toda Europa es responsable de la pérdida —conforme a Tax Justice Network— de 236.000 millones de dólares (215.000 millones de euros) anuales en impuestos. “En el Viejo Continente en los últimos años se ha detectado un flujo creciente de dinero de procedencia ilícita de Rusia y Malta”, revela Enric Olcina, socio de Advisory FS y responsable de Financial Crime de KPMG en España. Aseguran que la felicidad es tener a alguien esperándote a la salida del metro durante un día de lluvia. En los paraísos debe llover, aunque el transporte nunca llegue. “Evadir impuestos es una tentación permanente. Resulta inevitable y la realidad es que [las empresas y los millonarios] se van donde pagan menos”, sostiene el jurista Antonio Garrigues Walker.
Incentivos
El diálogo —por teléfono— recorre la amenaza de Repsol (45 filiales en paraísos en 2020, según Oxfam Intermón) de reducir sus inversiones en España si le aumentan los gravámenes sobre sus espectaculares beneficios o las críticas de Ana Patricia Botín, presidenta de Banco Santander (192 filiales), acerca de las elevadas tasas (50%) que afectan a las firmas españolas. Tal vez tanta queja explique que el número de filiales de empresas del Ibex 35 en paraísos haya vuelto a subir (Oxfam en idéntico año) hasta 744. “Es un problema sin solución. Siempre habrá jurisdicciones que ofrezcan incentivos fiscales”, zanja Mauro Guillén, vicedecano de la escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania. En España también tenemos paraísos —describe el docente— porque algunas autonomías no pagan impuesto de patrimonio. Madrid lo tiene bonificado hasta el 99%.
Queda el pesimismo del filósofo Emil Cioran (1911-1995): “No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos que forman parte de nuestra rutina y nos minan meticulosamente al igual que el tiempo”. ¿Recuerdan el año? Es 2021. Más de 140 países y territorios acordaron aplicar un impuesto mínimo del 15% sobre el beneficio de las multinacionales. El “hito histórico” —se calificó en su día— queda, hoy, gracias a las lagunas jurídicas, rondando un 9%. “Los delitos financieros que causan más daño a nuestros Estados y sociedades se generan porque —y ésta es la enorme sorpresa— son legales. Las leyes las redactan los propios abogados de los delincuentes económicos o se crean para que su contable pueda bailar a su alrededor”, critica el exministro de finanzas griego Yanis Varoufakis.
Vamos, la fragmentación del mundo da lugar a que el barco se hunda y el capitán mienta. En la Unión Europea hay 30 regímenes fiscales especiales que benefician a 262.999 personas con un coste fiscal de 7.467 millones de euros. El tipo impositivo de los milmillonarios en Francia está cercano al 0%. En Estados Unidos ronda el 0,5%. Una tasa del 2% global sobre el patrimonio de estos “afortunados” del capital (2.757 personas, dato de diciembre de 2022 de Eu Tax Observatory) recaudaría 214.000 millones de dólares (196.000 millones de euros). Quizá sea fiscalmente lícito amanecer en un paraíso, quizá haga falta un puente moral sobre esa codicia, que carece de posibilidad de cambio, según Mauro Guillén y Garrigues Walker. “Porque, además, los crímenes financieros limitan los recursos disponibles para impulsar el ascensor social, como la educación y la salud”, avisa Luis Ayala, profesor de económicas de la UNED. El delito hace girar el globo terráqueo.
La Agencia Nacional del Crimen (NCA, por sus siglas inglesas) estima que hay al menos 59.000 personas en el Reino Unido envueltas en el crimen organizado —incluido el financiero— y el coste para el país es de 47.000 millones de libras (unos 43.000 millones de euros) al año. El equivalente a construir 450 nuevos hospitales y 730.000 viviendas a precios asequibles en las afueras de Londres. Generaciones perdidas en la precariedad, dinero malgastado en drogas o lujo. “Los crímenes financieros tienen un efecto devastador en las economías y contribuyen, de forma negativa, a la creación de diferencias entre los distintos grupos sociales dado que están ligados a la obtención de riqueza a través de actividades ilícitas y en muchos casos tienen un precio en vidas humanas al involucrarse en trata de personas o tráfico de drogas”, observa Manuel Delgado, socio de Risk Consulting de EY. El Ministerio del Interior revela cifras criminales bajas en España. En 2022 se registraron dos infracciones penales por financiación del terrorismo, otra por blanqueo de capitales y el año pasado una por estafa.
Sin embargo, existen. Europa siempre ha privilegiado la regulación frente al laissez faire, laissez passer anglosajón. El Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI, por sus siglas en inglés) y la más reciente Autoridad contra el Lavado de Dinero (AML) son los diques de contención de Bruselas. Por eso, las instituciones financieras destinan 220.000 millones de euros al año a protegerse. “El impacto reputacional de una acusación de lavado de dinero en un banco resulta demoledor. Son muy conscientes y tienen mucho cuidado con los clientes que aceptan de territorios considerados paraísos fiscales o que poseen mala fama”, alerta José García Montalvo, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad Pompeu Fabra (UPF). Todavía está vivo en la memoria el cierre —debido a sus actividades ilícitas— en 2015 de la Banca Privada de Andorra (BPA). También desapareció Banco de Madrid. “Simplemente compartir propiedad [la familia Cierco] levanta sospechas, genera fuga de depósitos y puede acabar en liquidación”, narra el economista. Casualidad —o premonición— la entidad madrileña tenía sus oficinas en la plaza Margaret Thatcher (1925-2013). La primera ministra inglesa que desreguló los mercados financieros y favoreció el crash de 2008. Pese al aumento de los crímenes financieros, el escrutinio resulta mayor.
El caso Grifols
La farmacéutica catalana Grifols, dedicada a los hemoderivados, lleva sudando sangre varias semanas. Ha visto cómo un agujero se convertía en un cenote. El fondo Gotham City Research —experto en aprovechar posiciones bajistas frente a compañías con presuntas malas prácticas financieras— ha cargado contra la empresa por maquillar, según un informe, sus cuentas para ocultar deuda. Grifols da explicaciones a los inversores y la CNMV le exige todos los datos. Gotham tiene fama en Wall Street de actuar con la precisión de un jugador de ajedrez en el último movimiento por el título mundial. Alguien saldrá herido. Alguien, derrotado.
Sin embargo, más allá de lo monetario, los crímenes financieros afectan a la dignidad humana. “Es el mayor escándalo de cualquier escándalo financiero que he visto en los últimos 20 años”, explica en The Guardian Graham Barrow, experto contra el blanqueo de capitales. “El Gobierno británico ha fracasado al no hacer nada”. Comenzó en China, allá por 2019, pero recorre Europa y Estados Unidos, donde el FBI ya ha recibido denuncias por valor de 429 millones de dólares.
El término pig butchering (engordar al cerdo) procede del chino sha zhu pan y se refiere a ir poco a poco embuchando al animal para conducirlo al matadero. En los fraudes pig butchering, las víctimas son mimadas durante bastante tiempo. Seducidos (el objetivo suelen ser hombres), las estafadoras-gancho controlan su dinero a través de inversiones en criptodivisas, que, al principio, dan grandes retornos, pero, después, la bella asesora, desaparece con los fondos en el internet más profundo. “La clave pasa por la educación financiera: es el pilar de esta década”, valora Fernando de Rojas, profesor de economía de la Universidad Carlos III.
Donde los jóvenes deberían sentarse primero, sin duda, es en los pupitres de las monedas digitales. Criptodivisas como el bitcoin solo tienen tres sentidos: diversificar una cartera de ahorro (Estados Unidos ha aprobado los fondos cotizados —ETF— en esta moneda intangible), preservar el capital en países con gobiernos corruptos y facilitar actividades ilícitas. Son el blackjack del capitalismo financiero. “Los delincuentes no renunciarán al uso indebido de las criptomonedas en el corto plazo”, prevé Jean-Philippe Lecouffe, director ejecutivo adjunto de Operaciones de Europol. Engañar se ha vuelto tan banal que se atreven hasta con JP Morgan Chase.
La emprendedora, Charlie Javice, creó una firma emergente llamada Frank, que ella describía como el “Amazon de la educación superior”. La plataforma ayudaba a los estudiantes a encontrar fondos. Escribió en Linkedin que tenía más de cinco millones de estudiantes y unas 6.000 universidades. Tan cegador era el futuro que JP Morgan compró en 2021 la empresa por 175 millones de dólares. Aunque todo era falso. Apenas sumaban 300.000 clientes. Javice, 31 años, fichó a un científico de datos para engordar las cifras hasta alcanzar millones. El banco de inversión tiene 240.000 trabajadores y su consejero delegado cobra 34,5 millones de dólares al año por su experiencia. ¿Estaban todos ocupados? Ella niega los cargos. La empresaria tira los dados sobre el tapete de tres décadas de cárcel. Allí, tampoco, nadie, gasta diamantes en las suelas de los zapatos.
Inteligencia artificial
Los ejecutivos estadounidenses deberían estar delante de sus ordenadores aprendiendo las últimas tecnologías de inteligencia artificial o machine learning (aprendizaje automático) cuando ocurrió este engaño. Narra la consultora McKinsey que “las técnicas usadas para descubrir la evasión fiscal cada día son más complejas”. Los bancos, hemos visto, han invertido 196.000 millones de euros para blindarse. La consultora estadounidense confía en este aprendizaje. Alimentar al modelo con datos de blanqueo, tráfico ilícito, financiación del terrorismo para que aprenda a detectarlos. La luz roja destella en tiempo real. “Lógicamente, si eres capaz de diseñar algoritmos que impidan una buena parte de los crímenes financieros, estarás contribuyendo a evitarlos”, corrobora Enrique Dans, profesor de innovación en la IE Business School.
El gran problema está dentro del ser humano. “Éramos por naturaleza hijos de la ira, como los demás”. Efesios 2:3. Y esta tensión persigue al hombre más de 2.000 años después. América Latina y el Caribe (datos de las Naciones Unidas) suman la mitad de los homicidios dolosos del mundo pese a que solo representa el 8% de la población. La tasa de asesinatos ha aumentado en Centroamérica y el Caribe un 4% en las dos últimas décadas. Y países pobres como Jamaica o El Salvador deben destinar el 2% de su riqueza a combatir la criminalidad. Pérdidas de vida, pérdidas de prosperidad.
En Latinoamérica un aumento del índice de homicidios del 30% supone una reducción del crecimiento de 0,14 puntos porcentuales. Si la región tuviese el mismo índice medio que el mundo el PIB aumentaría el 0,5% anual. Y acabar con las naciones con mayor ratio de muertes añadiría un 0,8% de riqueza a cada territorio. Es triste perderse entre los siglos para aparecer en el mismo lugar que hace 2.000 años y contemplar que algunos privilegiados aún gastan, indiferentes a la injusticia y las vidas perdidas, diamantes en las suelas de los zapatos.
Negocios sucios que destruyen la naturaleza
Los delitos financieros no son números digitales atravesando complejas redes de conexiones que cruzan mares para terminar en el archivo de un ordenador. La destrucción de la tierra y ecosistemas es uno de los “negocios” más rentables del planeta. Los crímenes ambientales, acorde con el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI, por sus siglas en inglés), generaron en 2021 entre 110.000 y 281.000 millones de dólares (de unos 100.000 a 256.000 millones de euros) en beneficios criminales cada año. Solo los forestales (tala ilegal y desmonte clandestino) producen hasta 152.000 millones de dólares (140.000 millones de euros). Roban mucho más que dinero. Sustraen el desarrollo social y económico, la salud, la seguridad pública y humana. Alientan la corrupción debido a sus vínculos con el tráfico de drogas y el trabajo forzoso.
Este dinero sucio se aprovecha del secreto financiero —que los delincuentes utilizan para ocultar su identidad, facilitar las operaciones y lavar el producto del crimen— convirtiéndolo en su trinchera. Investigaciones de la plataforma InSight Crime sugieren que el problema es todavía mayor al tiempo que crecen los vínculos del narcotráfico y las redes de blanqueo en Brasil, Colombia, Perú y Ecuador, que ha destapado, violentamente, estos días, toda una compleja cloaca para mover droga y muertos.
Al norte, en México, en la Sierra Madre Occidental (Chihuahua), la etnia tarahumara (o rarámuri) lleva 15.000 años habitando esas colinas y montañas verticales al igual que paredes donde practican los escaladores. Pero tienen un problema. Es una de las principales zonas madereras del país y el narco ha talado miles de árboles. Sin ellos desaparecen las ovejas, su medio de existencia. Las mujeres tejen (emplean un año) las cobijas para dar a luz, resguardase de los -20ºC que se descuelgan sobre la sierra en invierno y son también su sudario mortuorio.
“Les han robado el arewá [alma]”, lamenta Sofía Mariscal, que a través de la Fundación Marso trata de protegerlas y devolverles su dignidad. “Quieren llevárselo todo / Dejar mi tierra sin nada / Mi familia sufre hambre/ Mi bosque sufre la tala/”, canta Raprámuri, contra un futuro de cemento. “Confiscar fondos ilícitos y activos físicos relacionados con la deforestación no consiste solo en castigar a los criminales y demostrar que “se hace justicia”, indica Juhani Grossmann, director del programa Corrupción Verde del Instituto de Gobernanza de Basilea. “También resulta fundamental prevenir la deforestación futura, pues al hacerlo evitas que los fondos se reinviertan en esta actividad”.
Quizá donde el verde se confunde con el negro sea en el Amazonas. Sin su oxígeno, el planeta es un enfermo crónico incapaz de exhalar. De las más de 300 operaciones, entre 2016 y 2021, efectuadas por la Policía Federal brasileña —revela Melina Risso, directora de investigación del Instituto Igarapé—, dirigidas a combatir delitos ambientales en la Amazonia, el 30% involucraron fraude, 64% (corrupción) y 61% (lavado de dinero). La geometría del crimen tiene cuatro lados. Agricultura ilícita, acaparamiento de tierras públicas, tala ilegal y minería clandestina.
Y con un oro que supera los 2.000 dólares la onza (28,34 gramos) la tentación de explotaciones ilegales cubre los países auríferos de América Latina con una falsa promesa dorada. “Su naturaleza y la forma en la que se refina hacen muy fácil esconder que ha sido extraído ilegalmente”, advierte Juhani Grossmann. Los minerales críticos para la transición verde también entran en el revés de la trama. Al participar las empresas estatales aumenta el riesgo de corrupción. Más políticos y menos cuentas justificadas. “Nada es en vano y por eso migro / Huyo también porque corro peligro/ Este es mi suelo, este es mi aire/ Y no comprendo de que me aparten/ De esa esa avaricia que les invade/”. Versos contra la inequidad de Raprámuri.
Daron Acemoğlu, economista del MIT: “El mejor sitio para ver la inequidad son los paraísos fiscales y los delitos que engendran”
Daron Acemoğlu, economista del MIT y candidato recurrente al premio Nobel, pasa las vacaciones de verano en su país, Turquía. Debe ser difícil caminar por Estambul (la ciudad donde nació en 1967) y asumir que la inflación ronda el 65% y la preocupación conversa en cualquier café o comercio. Acemoğlu es muy sensible a la injusticia. Y la horrorosa gestión económica y social de su presidente, Recep Tayyip Erdoğan, forma parte de las promesas (mundiales) incumplidas. “Una de las principales fallas de nuestra era es que las nuevas tecnologías, la globalización y la integración aumentaron la productividad y generaron crecimiento económico (aunque no tanto como algunos expertos auguraban) pero no ha sido compartido. La desigualdad ha aumentado, y lo que resulta más grave, cientos de millones de personas han quedado atrás”, reflexiona.
“Muchos creen que el juego está “amañado”: la forma en la que las élites y los tecnócratas han reorganizado la economía, globalizado e invertido ha sido sesgado en su contra. Estas creencias están en la raíz de los partidos y líderes populistas autoritarios, y han reducido el apoyo a la democracia en toda Europa”. No es un disparate, ni algo que piensen en un pueblo aislado de Wisconsin o las prostitutas que recorren la calle Figueroa en Los Ángeles. “El pensamiento conspirativo es fantasioso. Pero muchas desigualdades han sido creadas por políticas erróneas y lagunas jurídicas. También una tecnocracia propia ha ignorado la situación de los menos educados y no ha hecho mucho por abordar la inequidad y las desigualdades”. Y zanja: “No existe mejor lugar para ver esto que en docenas de paraísos fiscales de todo el mundo y los delitos financieros que engendran”. El paraíso de muy pocos y el descenso al infierno de Dante para millones de seres humanos.
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